jueves, 6 de junio de 2013

Memorias de Idhun IV: Profecias. Epilogo.

La luz de las tres lunas, se reflejaba en las aguas del mar. La noche era clara y las estrellas se podían ver con total claridad, ninguna nube ennegrecía el cielo nocturno. Era una noche preciosa, perfecta. Desde hacía más de diez años había echado de menos aquel lugar. La mujer miro el cielo sin mostrar ninguna emoción aparente en su rostro. Ya no era tan joven, y seguía siendo una mujer humana que entraba en la madurez. Vestía con un largo abrigo marrón oscuro y unas botas negras.
Suspiro y alejo su mirada del horizonte. Continuo su caminata por la playa. No estaba allí por gusto, esperaba una señal. Metió las manos en su abrigo, aunque realmente no tuviese frío, estaba demasiado acostumbrada a a aparentar ser una simple humana. Ella que era la reina de todos los sheks, una de las razas más poderosas que habían abitado Idhun, que lo había dominado durante más de una década, pero ahora en aquellos tiempos apenas eran unos cuantos de ellos, el resto de su raza estaba lejos de allí. 
Hacía años que había perdido la esperanza de volver a ser una shek, que su cuerpo volviera a ser largo y escamoso. Su inteligencia y razonamiento no le dejaba ver una esperanza para ello.
Suspiro cansada y se detuvo de nuevo. Ella le dijo que estaba allí, no entendía porque no lo había encontrado aun. 
<<¿Alguna señal?- dijo mentalmente>>
No era tan estúpida como para ir a Idhun sin que nadie le acompañase. Había traído con ella a un dos sheks para vigilar la zona, por si uno de los nueve dragones aparecía por allí de casualidad. Era una ironía, la triada les había salvado la vida, cuando en el pasado habían tenido que huir de ellos por la hija de Kirtash y nieta de Asrhan. En el futuro aquella muchacha iba a ser una gran maga, ademas de una shek impresionante. Sería interesante verla crecer, pero ella no era su objetivo en aquel momento.
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Temió de que llegaran tarde, pero ella les había prometido que estaría allí. 
Continuo caminando durante una hora sin descanso, cada cierto tiempo enviaba mensajes telepáticos a los sheks que la rodeaban, pero ninguno le dio señales de que hubiera visto algo. Estaba a punto de dar la vuelta y volver a la tierra cuando lo vio. Era una bulto apenas visible entre las sombras de la noche. Su cuerpo estaba  acostado en la playa, medio sumergido en el agua. La marea debía de haberlo empujado hacía allí, tal y como le aseguro. 
No fue directa hacía allí, se quedo parada, y observo a la figura que se encontraba inmóvil en la arena.  Lo observo durante unos minutos esperando ver algún signo vital en él. Apenas fue un movimiento visible, su pecho ascendió y descendió levemente.  Ningún gesto se mostró en su rostro, simplemente continuo su camino hacía su objetivo. 
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Los dos sheks asintieron mentalmente y esperaron ordenes. Shizuko se acerco con paso lento, y se paro a unos pasos. 
-Te ves echo una mierda-dijo Shizuko.
El chico apenas se inmuto, su pecho continuo ascendiendo y descendiendo con lentitud. Su cuerpo era iluminado por la luz de las tres lunas. Su cabello negro, se pegaba a su rostro sin emoción, sus ropas estaban rotas y no se pondrían volver a utilizar en el estado en que se encontraban. En su torso, sobresalía una daga que se clavaba en su pecho, a su alrededor se formaba una mancha de sangre, posiblemente no lo hubiese matado por unos centímetros. Estaba en un pésimo estado, pero a pesar de ello, lo que más impacto a Shizuko fueron sus ojos grises. No tenían ninguna emoción, parecían estar perdidos. 
No le respondió, simplemente se quedo callado.
-¿No tienes muchas ganas de hablar?-dijo mientras se agachaba a su lado, apoyando una de las rodillas en la arena. 
El muchacho por primera vez se giro hacía ella. Su mirada era vacía, como si nada quedase en aquel cuerpo, como si fuera una simple cascara vacía. 
-¿Por qué lo hizo?-dijo hablando por primera, con voz rota.
Sus dedos temblorosos tocaron la herida, donde también se encontraba su corazón. 
-Porque fuiste débil-dijo Shizuko sin darse muchos rodeos- pero ya no se porque reacciono de esa forma, jamas podre entenderla, en parte es humana y unicornio. 
-Necesito saberlo-dijo Aiden, mientras sus dedos se crispaban alrededor de la herida- ¿Por qué lo hizo?- volvió a murmurar con voz rota. 
Entonces Shizuko le extendió a mano, después de sacarla del bolsillo de su abrigo.
-Ven conmigo- aquellas palabras resonaron como una promesa llena de respuestas- todo lo que desees sera tuyo, solo tienes que unirte a nosotros, tu verdadera raza...
Aiden la miro a los ojos y entonces decidió.

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