martes, 19 de junio de 2012

Xailena Capitulo 1


Capitulo .1
El viaje
Corría despernadamente, cada vez se sentía más débil,  pero eso no la detenía, tenía que llegar, era su única esperanza de sobrevivir. El calor del desierto le robaba sus energías poco a poco.  No podía dejar que ocurriera algo semejante, debía alertarla.
      Tropezó en un momento de debilidad, rodo por la duna hasta que su cuerpo dejo de moverse, el cuerpo le ardía con fuerza, si hubiera puesto la ropa que debía… Ahora no podía lamentarse de aquellas tonterías, se levanto con la agilidad comparable a la de un felino y continúo corriendo. Sabía que no podría llevar aquel ritmo durante mucho tiempo, que el cansancio antes o después llegaría.
    No llevaba provisiones, pero no le importaba porque si no daba el mensaje, la vida del desierto ya no tendría sentido alguno, las tropas llegarían esa misma noche, y habría su vida imposible, ya no habría esperanza para ninguno de sus habitantes.
    Parecía que el desierto no tenía fin, cada vez que pensaba que llegaba al final, dunas volvían a aparecerse delante de ella. Ya comenzaba a anochecer, no le quedaba mucho tiempo. Aumento la velocidad, aun sabiendo que eso era peor.
   El final del desierto comenzó a aparecer y con el templo de de la diosa Anada. Sus ojos se le llenaron de lágrimas.
   -Gracias Xailena, por protegernos desde las sombras- dijo en un susurro sin parar de correr- y a ti también Anada, que sin ti no sería nada, sino un alma en pena.
     Al ver tan cerca su objetivo volvió a aumentar el paso, un humano cualquiera la habría confundido con una sombra. Se deslizo por la duna casi sin rozarla.
     El templo se alzaba en encima de una duna, de mármol blanco, parecía casi imposible de ser derrumbado. Se giro a tiempo para ver como una cuerda se acercaba a ella, aprisionándole una de las piernas. Intento no ser arrastrada por la cuerda, pero ya no le que quedaban fuerzas, le temblaban las manos del agotamiento. La cuerda le fue arrastrando, alejándole del templo. Se volvió con rapidez ante su atacante.
     -Tú…- susurro- ¿Cómo te atreves a acercarte al templo?
     El desconocido sonrió.
    
     Se intento revolver, pero el atacante mantuvo firmemente su atadura, si al menos se hubiera traído algún arma. Le agarro del pelo, intento resistirse, pero su fuerza era mayor.
      -¿Preparada para morir?- dijo mientras sacaba su espada.
     -Xailena te perseguirá por esto- le dijo con orgullo- rezare porque tu muerte sea lenta y dolorosa.
     -Espero que sea así- le dijo sarcásticamente- porque así Xailena tendrá un trabajo que hacer.
     Alzo la cabeza su atacante, su poderosa espada se alzaba brillante,  cerró los ojos con miedo, sabiendo que su final estaba cerca. La espada descendió con rapidez hacia su cuerpo.






 Se despertó de golpe, toda la clase la miraba fijamente, hasta la profesora lo hacía, se había detenido mientras escribía en la pizarra.
     -¿No te abras vuelto a quedar dormida no?
     -No profesora no estaba durmiendo- le dijo con rapidez.
     La profesora la miro fijamente. Sus compañeros treinta pares de ojos se fijaron en ella. Se podía oír alguna risita.
     -Que no te vuelva a ver dormir en clase- le dijo- y ahora atiende que esto es muy importante para tu educación.
    La profesora volvió a sus explicaciones sobre matemáticas. Se había vuelto a quedar dormida en clase, y había tenido una pesadilla. La sirena  sonó, recogió sus cosas con rapidez,  se dispuso a salir.
     -Necesito hablar contigo Edurne- le dijo la profesora.
    La chica se dio la vuelta con asco, no tenía ganas de entretenerse mucho, estaba cansada y quería irse a casa ya.
   -Estoy muy preocupada por ti- le dijo la profesora- desde hace un tiempo no paras de dormirte en clase y tus notas han bajado, me gustaría saber porque ha sido.
    Recordó los mese anteriores con angustia, la separación de sus padres, su madre se mudo a la capital, los viajes de su padre por cuestión de trabajo, eso le había quitado las ganas de hacer nada.
    -Es que he estado muy ocupada por los entrenamientos y no he podido hacer mucho- le mintió- el próximo curso me esforzare más.
     La profesora la miro fijamente, no parecía realmente crese lo que le había dicho, pero tampoco le iba a decir la verdad, no tenía tanta confianza como para contarle lo angustiada que estaba en aquellos momentos.
   -Puedes irte ya- le dijo la profesora- pero no te esperes una sorpresa en las notas.
     Salió de la clase y se encamino a la salida, en la puerta había  muchas chicas esperando a sus amigas para volver a casa. El suyo era un colegio solo de chicas, vestían con un uniforme de falda a cuadros azul, y unos bonitos zapatos de vestir conjuntados con unos calcetines azul oscuro hasta las rodillas, sin olvidar la camisa blanca con su corbata igual a la falda y una chaqueta azul para los días de frio.
    Odiaba aquel uniforme, no encajaba entre esas chicas, demasiado repipis para su gusto, solo pensaban en ellas mismas y en el chico con el que se cruzaban. Ella era diferente, tenía otras cosas en la cabeza, tenías el futbol, al que se le daba bastante bien.
      Salió a la calle, ando hacía la parada del autobús, allí ya estaban varias chicas que murmuraron al verla llegar. La habían cambiado a aquella escuela privada hacía un año, y no había conseguido encajar, entre ellas, no había chicas deportistas.
    Se sentó en la parada mientras todas la miraban, la chica de al lado hablaba por el móvil a grito pelado.
   -Sí, llegare en unos minutos- su boca se volvió una mueca coqueta- le he dicho a mi madre  que iba a casa de Sara.
   Sonrió para sí, si su abuela la hubiera pillado con una mentira así, la habría castigado durante varias semanas. Desde que su madre se había ido, su abuela había ido a vivir con su padre y ella, aunque no le hacía mucha gracia, necesitaba a alguien con quien hablar y que le hiciera compañía.
    El autobús llego y subió con rapidez, pago al conductor y se fue al final, se sentó en los asientos más alejados de la entrada. Rebusco en la mochila y saco las cascos, y se puso la música, le encantaba sumergirse entre las notas, le parecía la única forma relajarse y de volver a su antigua escuela, de no tener que preocuparse de nada.
    Dio un respingo, se había vuelto a quedar dormida de nuevo, casi se había pasado su parada, el autobús paro y bajo, su casa estaba varias calles más abajo, estaba en la zona más lujosa de la ciudad, se había mudado hace poco, aunque vivía en uno de los edificio más caros de la ciudad, prefería su antiguo piso, aunque pequeño, allí tenía sus mejores recuerdos, en los que sus pares aun vivían juntos.
   El edificio donde viva había sido construido apenas un año, aunque solo era un bloque, eran pisos de lujo con más de cuatro habitaciones en el centro de la ciudad.  La fachada era adornada como antiguos edificio. Entro al vestíbulo, de gran tamaño, incluso más grande que una casa normal, de paredes blancas con varias plantas tropicales que le daban color a la sala.  Uno de los lados descansaba el portero, del que nunca recordaba su nombre. Dormía a pierna suelta, apoyado en la pared.
    Atravesó el vestíbulo en silencio, una vez se había despertado y casi llamo a su padre. Subió hasta su el último piso, desde que su padre había conseguido un trabajo en el mejor periódico del país, con eso había conseguido que se peleara con su madre.
      Su casa era uno de los áticos más lujosos de la ciudad. El comedor de la casa era bastante grande, las paredes eran blancas, con algunas flores rojas, había dos sillones muy modernos, entre medios había una mesita blanca, adornada con un jarrón de arte oriental. También tenía una gran mesa de comedor, con seis sillas blancas.
     Dejo la mochila encima del sofá y fue directa a la cocina, se moría de hambre. Allí la esperaba su abuela, una mujer robusta, tenía el pelo negro tintado, con algunas canas que le sobresalían, solía llevarlo recogido, en un moño, su cara estaba llena de arugas cono unos ojos avellanas, solía llevar unas gafas de lectura en la punta de la nariz.
    En cuanto oyó a su nieta llegar, se fue directa hacía ella y empezó a llenarla a de besos.
     -Para ya abuela.
      -Ahí niña que sosa eres- le dijo pellizcándole la mejilla- tienes la comida en la mesa y el postre en la nevera, yo me voy a ver la novela.
       Empezó a comer, tenía que hacerlo rápido porque o sino tendría que hacerlo con su padre, desde que se había separado de su madre, no tenía ganas e estar con él. Aunque le fue inútil, llego cargado por su maletín, era un hombre delgaducho de pelo rubio oscuro y muy desordenado, sus ojos eran minúsculos y de los mismos ojos que su abuela.
      Edurne ni si quiera le saludo, continuo comiendo, llevaba enfurecida con él desde la mudanza. Su padre se sentó enfrente de ella, sin ni quiera mirarla, el comportamiento de su hija se había degradado desde la separación con su mujer.
    -Edurne necesito hablar contigo- le dijo seriamente- es sobre las vacaciones.
    Aquellas vacaciones las iba a pasar con su madre, la iba a llevar a visitar Nueva York, todas las noches cuando la llamaba siempre le decía: "Que no se te comprar los billetes  de avión" Daba igual que se la repitiera siempre, ella se reía igualmente.
    -Las voy a pasar con mama ¿Por?- le pregunto.
     -A tu madre le ha surgido un problema con su trabajo y no le dan las vacaciones hasta septiembre, cuando vuelvas a empezar el colegio, no os dará tiempo a viajar a Nueva York antes de que empiecen las clases.  
       Aquella noticia le sentó como un mazazo, era como cuando su madre se habia ido de casa, ella se habia levantado pronto para ir a clase, al llegar al comedor le habia extrañado ver las maletas, habia pensado que estarían haciendo limpieza. Se fue a la cocina allí estaba su madre preparándole el desayuno con rapidez, era una mujer alta y muy blanca de piel, te imponía con su mera presencia, tenía el pelo largo muy oscuro, sus ojos eran grises, le habia dado un beso en la mejilla y se había ido con rapidez a trabajar a la oficina.
     Cuando había vuelto por la tarde, le había extrañado que no hubiera platos sucios de la comida, estudio e hizo los deberes. Su grupo de amigos la llamo para que salieran al cine y después a picar algo por el centro comercial.
   Se iba a poner un vestido que le habían regalado para su cumpleaños. Necesitaba unos zapatos que tenía su madre, cuando había llegado a su armario, estaba completamente vacío.
    Al principio se había negado en rotundo a que aquello fuera real, había continuado rebuscando entre sus cosas, pero no habia encontrado nada. Se paso toda la noche llorando y las siguientes, no paró hasta que su madre la llamo para tranquilizarle y explicarle que entre su padre y ella no había nada. En ese momento le habia echado toda la culpa a su padre.
    Volvió a la realidad de golpe, su padre la miraba fijamente esperando alguna reacción. Noto que tenía los ojos llorosos. Escondió su rostro entre sus manos. Empezó a llora, se sentía traicionada por parte de su madre. Entonces se dio cuenta que tal vez, puede, que su padre no tuviera toda la culpa de su separación.
   -No hace falta que llores- le dijo su padre- tengo otra idea para esto verano, claro que, si sacas buenas notas.
   Edurne miro fijamente a su padre extrañada, era la primera desde hacía mucho tiempo que se mostraba cariñoso con ella desde la separación con sus padres.
    -¿A dónde vas ir estas vacaciones?- le pregunto débilmente.  
     -El periódico me ha ofrecido un pequeño proyecto, viajare al sur de África, al desierto de Sahere, aunque estaremos todo el verano.
    -Iré contigo a Sahere. 

   Reviso por quinta vez su mochila. Habían pasado muchas cosas desde que su padre le había ofrecido irse de vacaciones de verano al desierto de Sahere, al sur de África. Había conseguido aprobar todas las asignaturas, sin dejarse ninguna para recuperar durante esas vacaciones. No había vuelto hablar con su madre, se sentía traicionada. Aunque había intentado volver hablar con ella, se habia negado en rotundo.
  -¿Estas ya preparad Edurne?- le pregunto su abuela desde la puerta.
    Su abuela había insistido en ir con ellos, no se fiaba en dejar a su única nieta sola en un desierto, perdido en África. Habían estado durante el último mes comprando ropa, que seguramente no les serviría de mucho. Eran las seis de la mañana, cogían el avión a las ocho, que les llevaría a Marruecos, desde       Marruecos cogerían otro avión a  República democrática del Congo, a su capital Kinshasa, y desde allí cogerían una avioneta hasta el desierto Sahere.
     Había buscado un poco de información, oficialmente, país de Sahere había nacido en el año 1900, después de haberse librado de las garras opresoras de los ingleses, en el 1910, habían sufrido un golpe de estado, que lo habían mantenido en la dictadura hasta el 2000, tras noventa años de dictadura y dos generaciones de dictadores, habían conseguido la democracia, en ese momento se encontraban en la pobreza absoluta, habían varios guerrilleros, que mantenían al país en la absoluto caos. Su economía se basaba en la extracción del diamante y la ganadería. Sus idiomas oficiales eran el castellano y el francés, antes de pertenecer a los franceses, eran de los españoles, hasta que la vendieron a Francia y los franceses a Inglaterra.
    Repaso de nuevo sus conocimientos sobre Sahere, su padre acompañaría a un prestigioso periodista en un reportaje sobre la vida en el desierto de Sahere y sus minas de diamantes.
     Repaso por ultimo su mochila, no quería llevar mucho equipaje, porque estarían parte del verano andando por el desierto.


       Se recostó en el avión, eran las doce de la mañana en España, el avión estaba a punto de despegar en Marruecos, los habían retenido durante una hora entera, aparte de su padre y su familia y el prestigioso periodista, les seguía un largo sequito de traductores, expertos en el país, etc. En total eran unas veinte personas. Tras un largo rato de espera por fin despegaron, llegarían a Kinshasa sobre las cinco de la tarde. Se acomodo mejor en el asiento, a su lado, su abuela leía un libro, delante de ella hablaba su padre con la periodistade gran prestigio, al llegar al aeropuerto se había quedado impresionada al saber que era una mujer, su padre siempre se refería a ella como si fuera un hombre. De su bolsillo saco un MP3 y se puso a escuchar música.
    Pasaron varias horas sin que ocurriese nada interesante, de vez en cuando pasaba alguna azafata ofreciéndoles algo.  Se aburrió  de el MP3 y saco un cuaderno de dibujo, empezó dibujando un perro, aunque no dibujaba muy bien, lo hacía porque le gustaba, después saco los colores y empezó a darle color, primero le pinto los ojos de color negro, el pelaje se lo pinto de color marrón oscuro y claro. Después con el lápiz de colores negro, repaso la nariz, las pezuñas y las orejas. Lo miro detenidamente, le había quedado bastante bonito, se giro a abuela para enseñarlo, pero se había quedado dormida con el libro en la cara. Miro a su padre, pero también estaba dormido.
     Entonces se dio cuenta que parte del avión estaba dormido, excepto ella y una de las personas de delante. Apago la luz para intentar dormir, pero unos susurros no la dejaban dormir.
     -¿Has oído las ultimas noticias de Sahere?-  escucho.
      -Para no haberlas oído- le contesto otra voz.
       -Te parece increíble que aparezca después de mil años, se han hallado indicios en todo el país, se mueve de una forma impresionante, un día está en Kisade y al siguiente en Rumari, y de ellos hay una distancia de cien mil kilómetros.
       -Sahere no es un país conocido por su gran tráfico en aviación, mucha gente piensa que son varias, y que solo es un cuento, pero ahí testimonios de que Xailena ha vuelto.
    Entonces le vino a la cabeza el sueño que tuvo en la clase de matemáticas, pensaba que lo había olvidado por completo. Espero que Xailena no tenga piedad contigo, era lo que había dicho la mujer antes de morir. Un escalofrió le recorrió el cuerpo. Intento identificar las voces que hablaban delante, pero no les sonaba de nada.
    -Eso es solo un cuento chino- respondió una tercera voz- seguramente los ciudadanos lo estén haciendo para espantar a los rebeldes.
    -Entonces cuéntame cómo es que no solo ataca a los rebeldes si no que también a las iglesias y mezquitas, recuerda que Xailena pertenece a la religión de la diosa Anada, antigua religión en él que su mesías es Xailena.
    -Recuerda que aún quedan practicantes de esa religión, aunque son una minoría, todo es una mera coincidencia, que todos hayan decididos atacar al mismo tiempo.
    -¿Y qué dices de los testigos?
    -Cualquiera tienen dinero para comprara a cuatro campesinos muertos de hambre- bramo la voz.
     La voz arrogante tenía un tono femenino, era una voz potente, a la podía intimidar a cualquiera. Se asomo por el asiento de su padre que dormía plácidamente, junto con la prestigiosa periodista. Apago su luz y continúo escuchando la conversación, pero hablaban a susurros.
    Se acostó e intento volver a dormir, pero todo le daba vueltas en la cabeza, Xailena, Anada, los rebeldes, etc. ¿Quién sería Xailena? ¿Qué secreto escondería realmente Sahere? Miro el reloj, ya eran las dos de la tarde, cerró los ojos e intento dormir.
     Ella no era una chica que le gustaran mucho los misterios, prefería los libros de historia o de misterio, pero nunca mitología de Sahere. En su cabeza ordeno todas sus ideas, lo primero era encontrara un libro sobre Xailena. Puede que a la vez que el cristianismo o el musulmán tuvieran un libro sagrado, como el Corán o la Biblia. Lo siguiente seria saber es cuando habían empezado los ataques y averiguar cuál fue la última aparición de Xailena hasta el momento.
      Ordeno todas sus ideas en su cabeza, puede que alguien entre todos los que le acompañaban tuviera alguna referencia o el libro sagrado. Saco una pequeña libreta que siempre llevaba consigo, se la había regalado su madre para su cumpleaños. Allí guardaba todo lo que había ido aprendiendo de la mitología griega, apunto todo lo iba averiguado. Por el momento no era mucho.
      Le recordó cuando años atrás, su madre le había contado por primera la historia de Adonis, hijo del rey Cinerías de Chipre y su hija. Murió mientras cazaba un jabalí. Entonces Afrodita imploro  que se lo devolviera. Pero ella no era la única que lo amaba también estaba Perséfone, la esposa de Hades. Al final Zeus decreto que pasaría los meses invernales con la reina del inframundo (Perséfone) y los estivales con Afrodita (Diosa del amor).
    Aquella leyenda le recordaba a lo mucho que habían peleado sus padres por ella, habían tenido muchos juicios, hasta que gano su padre. Ahora le parecía increíble que su madre hubiera luchado por estar con ella.
    "Ahora lo veo todo más claro- pensó- que seguramente jamás me quiso, solo soy el error de un matrimonio que fracaso desde el principio"
      Unas lágrimas resbalaron por su rostro, se sentía desdichada, llegaría algún día a ser querida por su madre.
       -Les anunciamos que el aterrizaje se producirá en breve, por favor pónganse los cinturones de seguridad- anuncio la azafata.
          Hubo un gran revuelo en el avión, su abuela se despertó de sopetón. Se desperezo y se puso el cinturón de seguridad. Murmuraba palabras sin sentido, aun parecía estar medio dormida.
         -¿Hemos llegado ya a Sahere?- le pregunto.
        -Abuela acabamos de llegar a Kinshasa- le dijo- aun nos queda dos horas de viaje.
       Fue un aterrizaje  bastante forzoso, el avión se tambaleo un poco. Recogió su mochila y salió del avión. Su abuela murmuraba por lo bajo insultos para el piloto, al principio ella prefería hacer todo el camino andando, pero hubiera tardado mucho y su padre no se lo permitía.
       Hacía un calor horrible, de su mochila saco una gorra, aunque no parecía aliviarle mucho. Enseguida deseo haberse quedado en España donde las temperaturas en verano podían ser altas, pero no tanto.
       Fueron directamente al aeropuerto, un edificio de paredes acristaladas, de una única planta. La torre de control parecía ser la parte más moderna de todo el aeropuerto, estaba completamente acristalada, y de ella sobresalía una larga punta.
       A pocos metros de ellos, les esperaba la avioneta, con el número justos de asientos. Había pocos aviones que fueran directos a Sahere, y los que había se habían tenido que desviar por los constantes conflictos que tenían el país con los guerrilleros y la inesperada supuesta aparición de Xailena. La única forma de entrara era en una avioneta o a pie.
      Ascendieron a la avioneta, que por fuera parecía ser bonita y lujos, pero por dentro olía a mugre y a algo muerto. El aviador, era un hombre grande y de gran peso, su ropa era muy sucia. Su cara estaba llena de cicatrices y pate del pelo se la tapaba, llevaba unas viejas gafas que habían estado de moda hace cincuenta años.
       Todos pusieron cara de pocos amigos al entrara a la avioneta. Edurne su puso lo más lejos posible el extraños hombre, en los últimos asientos, junto con su abuela y casi todo el equipo.
     -¿Están preparados?- les pregunto el hombre con un extraño acento castellano y dejando ver una boca sucia y medio roída por el paso del tiempo.
       Todos asintieron a la vez, todos tenían ganas de acabar rápido con aquel viaje y llegar a Sahere. Cada uno en el avión se distraía de alguna forma. Edurne se apoyaba en su abuela, que olía a vainilla, su padre prefería ponerse una revista justo delante de la nariz. La prestigiosa periodista se pasaba un abanico por la nariz. A Edurne le pareció gracioso que cada uno tuviera una forma de evitar el olor. Uno de los traductores tenía trocitos de papel en la nariz.
     El viaje duro tres horas, el olor cada vez se iba haciendo mucho peor, acabo muy mareada. Se había dado cuenta de que no era lo mismo viajar en avión que en una avioneta vieja, que casi se estrella cuando el piloto intento rascarse las nalgas. En ese momento Edurne vomito sin poder remediarlo.
      -No tenías que haber comido nada en Marruecos- le dijo su padre- sabes perfectamente que ese tipo de carne no te sienta bien.
            No fue la única en sentir nauseas, casi todo el mundo estaba blanca, exceptuando en una de ellas a la periodista, María Hernández Mira, aunque se pasaba el abanico por la cara, se mantenía bastante bien, y apuntaba cualquier movimiento del piloto, era una mujer muy observadora. Era de tez muy oscura, sus ojos eran verde claros, y de gran tamaño, su cabello lo llevaba recogido en una cola de caballo, era negro como el ala de un cuervo, sus rasgos eran afilados, y se notaba que no sonreía mucho. Debía ser una mujer entre los treinta y los veinte años. Su cuerpo estaba bien proporcionado, sus largas piernas se notaba que habían sido bien preparadas al igual que sus brazos. Vestía con una camiseta negra de tirantes, y unos pantalones marrones, de tela fina, que le llegaban hasta los tobillos, llevaba unas sandalias negras. Únicamente llevaba una bolsa de marrón a la espalda, se notaba que tenía experiencia en aquello.
           Su padre le conto que al principio llevaba una simple columna para rellenar en el periódico, pero al final acabo teniendo dos páginas que hablaban sobre las injusticia, ahora se dirigía a Sahere, para escribir un pequeño diario de su estancia ahí. Por lo que le había dicho su padre era una mujer que había sufrido para llegar a uno de los periódicos más vendidos del país, había pisoteado a cualquiera que se le hubiera entrometido. Por lo que se rumoreaba pensaba publicar un libro con lo que encontrara allí, y hacer su columna habitual en el periódico.
      -¿Cuánto nos queda para llegar?- pregunto María alzándose de su asiento.
       -Una dos horas, el cielo se ha vuelto peligroso desde que Xailena está aquí- dijo el piloto sin apartar la vista- si tenemos mala suerte nos encontraremos con un helicóptero del gobierno que vigila la zona buscando a Xailena.
      -Eso solo es una leyenda- dijo una de las traductoras- ¿Cómo sabe que no son los rebeldes o el gobierno?
      Edurne reconoció la voz que había asegurado que Xailena solo era un cuento de hadas inventado por el gobierno para callar a los campesinos y no aceptar que habían sido los guerrilleros.
        El piloto rio amargamente ante la sugerencia de la traductora.
       -¿Está usted segura que eso lo hicieron los rebeldes?-dijo señalando por la zona donde indicaba el piloto.
      Todos se asomaron a la ventanilla y se quedaron sin palabras. De lo que debió ser una pequeña ciudad solo quedaba un polvo negro. A poco a poco el polvo negro iba desapareciendo, hasta no quedar ni un solo rastro. Su padre cogió su cámara de fotos y le saco unas cuantas fotos. Edurne hizo lo mismo pero con una cámara más vieja.
      -Esa ciudad fue atacada hace una semana- dijo el hombre- en parte su población era islam, el centro de la ciudad tenían una mezquita preciosa. Era de las mejores Sahere. Lo primero que hizo fue destruir hasta el último cimiento de la mezquita, la gente huyo y entonces la destruyo hasta, como han visto.
      Un silencio se expandió por toda la avioneta, lo siguiente fueron  murmullos. En la mente de Edurne pasaban toda clase de preguntas. Una criatura milenaria atacaba ciudades y destruía todo aquello que no tuviera que ver con su religión.
     -¿La ha visto usted alguna vez?
     Todos se volvieron hacía María, su mirada era firme y clara, en sus palabras no había malicia ni gracia. Su voz se había sido neutra. El piloto se volvió por primera vez en todo el viaje, sus ojos mostraban miedo. El hombre se volvió a sus mandos.
      -La vi una vez- dijo el piloto en un hilo de voz- cuando ataco la primera ciudad.
       -¿Cómo era?- pregunto María.
       -No la vi muy bien, lo único que recuerdo es que no tenía pupila, su ojos era completamente violeta. Estaba muy oscuro y asustado.
         -¿Qué le ocurrió a la ciudad?- pregunto María.
         -Acabó con la mayoría de la población, todo aquello que se opuso a su ataque murió y después carbonizo la ciudad.
           -¿Cómo sobrevivió usted al ataque?
           El hombre se volvió y de su camisa saco un colgante. Era una estrella de seis puntas, que en su interior se formaban dos estrellas más de distintas tonalidades azules cada una. La de más afuera era azul oscuro, casi violeta, la de en medio un poco tono más claro y la del centro era como cielo sin nubes.
         -Porque yo he seguido las palabras divinas de Xailena su profeta y he seguido a la diosa Anada desde que tengo uso de razón.
         -Pensaba que adorara a la diosa Anada ya no se permitía e incluso que se había olvidado- dijo María.
         -Hasta hace unos años  estaba prohibido, pero el nuevo gobierno permitió la elección de religión- dijo el hombre más calmado- en algunas ciudades destruidas se han construido templos en honor a Anada, como antiguamente habían en estas tierras antes de la llegada de los españoles.
       La palabra españoles el entono con rabia y frustración. María volvió a sentarse en su asiento y comenzó a escribir en bloc de notas que llevaba siempre con ellas. Edurne había escuchado toda la conversación, aunque estaba con los ojos cerrados. El sueño que había tenido el día que se había quedado en clase durmiendo, no había tenido que ser una coincidencia. Se recostó y miro a su padre. Leía tranquilamente una revista.
        -Papa- le dijo con voz soñolienta.
         -¿Qué quieres?- le pregunto sin apartar la vista de la revista y con un tono de voz molesto.
         -¿Cuándo fue el momento que decidiste que me traerías a Sahere contigo?
         Dejo la revista a un lado y se giro hacía su hija molesto.
          -¿A qué viene eso?- le pregunto.
         -Solo quiero saberlo.
          -Fue cuando tu madre me llamo, diciéndome que no podía llevarte a New York de vacaciones con ellas, estuve pensándolo y decidí traerte conmigo.
          -¿Sobre qué hora fue eso?
         -Fue sobre la una y media- le respondió- ¿A qué viene tantas preguntas?
           -Solo curiosidad- le dijo.
           Su padre volvió a su interesante revista sobre descubrimientos científicos dando le vueltas en la cabeza a que habían venido esas preguntas. En seguida se olvido de la extraña pregunta y continúo su lectura sobre los volcanes submarinos.
        La cabeza de Edurne empezó a darle vueltas, tendría que ver su extraño sueño con su llegada al desierto, o puede que fuera pura coincidencia.  Necesitaba alinear sus ideas, saco el blog de notas que había estado escribiendo sus últimas averiguaciones y escribió todo lo que había descubierto de Xailena. Necesitaba averiguar más cosas. En cuanto llegara a tierra, debería buscar un libro de información o  de historia.
        Tal vez si se lo contaba a su padre… sacudió la cabeza, le diría que había sido imaginaciones suyas, y le obligaría a olvidarse de aquello. Si se lo contaba a su abuela puede que ella  le ayudara en todo lo que le pidiera. Su abuela siempre había sido compresiva y le había apoyado por muy loca que fuera su idea. Pero puede que se lo contara a su padre, preocupada por ella. Decidió pensárselo mejor antes de contar uno de sus secretos, más extravagantes.
        De su cámara saco la foto ya revelada, se podía ver perfectamente la zona que había sido una pequeña ciudad, al lado escribió todo lo que tenía que ver con ellas, se prometió que algún día le haría una foto a Xailena o incluso hablaría con ella, resolviendo sus dudas de su mística aparición después de varios siglos.
      La avioneta en la que viajaban comenzó a descender a gran velocidad.
       -Abróchense los cinturones- dijo el aviador- comenzamos a descender en la capital de Sahere.